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El próximo día 19 de Septiembre, Lunes, a las 20h00 tendrá lugar en la Capilla de la Hospitalidad la entronización de parte de las reliquias del Beato Murciano Pedro Sánchez Barba, Sacerdote y Mártir, dentro de una Eucaristía que celebrará el Padre Victor, Franciscano, postulador de su beatificación.

Este sacerdote, natural del Llano de Brujas, del que posteriormente se detalla una breve biografía, peregrinó a Lourdes en 1931 junto con un grupo de murcianos, en coordinación con la Hospitalidad de Valencia, en lo que hasta la fecha tenemos constancia como la primera peregrinación organizada de murcianos a Lourdes, 37 años antes de que se fundara la Hospitalidad Diocesana.

Gracias a la labor del Viceconsiliario de la Hospitalidad, D. Francisco José Azorín, se ha podido lograr que parte de sus reliquias vayan a ser veneradas en nuestra Capilla, siendo un orgullo acoger a quién en 1936, cumpliéndose ahora 80 años de su fallecimiento, dio su vida por sus creencias: «mi vocación y mi Fe valen más que mi vida» fueron sus últimas palabras.

Sin duda, el Beato Pedro Sánchez Barba será intercesor para los Hospitalarios y ejemplo con su vida entregada a Cristo.

Biografía: Pedro Sánchez Barba, Beato
Sacerdote Mártir
(Fuente Diócesis de Cartagena)

Martirologio Romano: En diversos lugares de Murcia, España, Beato Antonio (en el siglo Miguel Faúndez López), sacerdote profeso de la Orden de los Hermanos Menores y tres compañeros, asesinados por odio a la fe († 1936)

Fecha de Beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Nació en Llano de Brujas el 1 de Julio de 1895, segundo de siete hermanos. Sus padres José y Encarnación educaron a sus hijos en la piedad y vida cristiana dando ejemplo de Amor a Dios y al prójimo. Bautizado el día 2, Visitación de la Virgen, en la Iglesia de Nuestra Señora de Las Lágrimas. Confirmado por el Sr. Obispo de Cartagena Tomás Bryan y Livermore.

Estudió en el Seminario de Murcia, ordenado sacerdote el 14 de Junio de 1919 fue nombrado Administrador del Seminario San José, de “La Verdad y Consiliario de la Confederación Católica Agraria, fundada en Murcia secundando los deseos de la Iglesia en el campo social.

Ecónomo de San Bartolomé desde el año 1931. Su celo sacerdotal por la instrucción religiosa de sus feligreses le llevó a cuidar la homilía y los Círculos de Estudio con jóvenes siendo su Parroquia de las primeras donde se implantó y organizó la incipiente Acción Católica.

Socorría a los pobres al igual que procuraba que las mujeres de mala vida volvieran a la honradez y vida cristiana. Muy penitente de seminarista y de sacerdote usaba cilicios para mortificar su cuerpo. Sacerdote de gran vida interior, en unos Ejercicios Espirituales, pidió a Dios la gracia del martirio. Llevado de este anhelo de perfección, ingresó muy joven en la Tercera Orden de San Francisco, cuyo cordón llevaba siempre ceñido interiormente a la cintura. Pulcro y cuidadoso de presentarse de un modo decoroso y digno del sacerdote.

Cuando fueron a incendiar el edificio de “La Verdad”, se mostró fiel a su deber no queriendo abandonar su puesto. Al ser quemada la puerta de San Lorenzo, temió por la de San Bartolomé y se quedó en vela toda la noche con algunos jóvenes de Acción Católica. Decía: “Lo que sea de la Iglesia será de mi”.

La noche del 3 al 4 de Septiembre, hombres armados fueron a casa de sus padres, en Llano de Brujas y, habiéndose llevado previamente a dos de sus hermanos,-José y Fulgencio-, volvieron por él. Al proponerle que renegara de su condición de sacerdote dijo: “Eso jamás. Mi Fe y mi vocación valen más que mi vida”. Entre blasfemias e injurias le llevaron a la muerte según la orden dada de matarle a él y al religioso franciscano Fray Buenaventura Muñoz Martínez O.F.M. Soltaron a José pero a Fulgencio no.

Instigados a que dijeran que eran fascistas, D. Pedro contestó: “Nosotros de fascistas nada; a mí si me queréis matar como sacerdote… pero a este hermano mío os pido que lo dejéis para que cuide de mi madre anciana, que necesita de él”. Dispararon contra los tres pero Fulgencio no murió siendo testigo de excepción de todo lo que aconteció.

A D. Pedro lo mataron por ser sacerdote. Aceptó la muerte como un testimonio de amor a Cristo y de perseverancia en su fe como lo había pedido en los Ejercicios Espirituales. Había dicho a sus amigos: “Buscar yo la muerte no; pero si nos la dan, ¡Qué mejor dicha!”

 

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