María José VillaLlegó a Lourdes para sorprender a una de las personas más importantes en su vida y la sorprendida fue ella. Así lo cuenta María José, una voluntaria ciezana de primer año que se ha dejado conquistar por lo vivido en la peregrinación. ¡Gracias!

Mi camino hacia Lourdes empezó hace 31 años, cuando una de las mujeres más importantes de mi vida hizo su primera peregrinación. Desde entonces, Lourdes ha sido para mí, aun siendo niña, mi objetivo pendiente. Treinta años he tardado en dar una de las alegrías y la sorpresa más grande de su vida a la mujer que siempre ha velado por mi fe, por hacer a Dios presente en mi vida en cada gesto, en cada beso, en cada abrazo, en definitiva, en su ejemplo de vida.

Estos días para mí han sido un aprendizaje continuo, he podido ver cómo se transformaba el miedo a lo desconocido y a la enfermedad en el abrazo más sincero y humano de Cristo. He aprendido que ser cristiano no te libra de la enfermedad, pero sí te da la certeza de que Dios nunca se separa de ti. Que el cansancio no existe cuando es momento de servir, de dar.

Doy gracias a Dios por cada una de las personas que se cruzaron en mi camino, por las que me abrazaron, me miraron, me sonrieron, me llamaron, incluso las que solo dijeron una vocal: “i”; porque todas ellas me han mostrado la manera más humana de amar a Cristo. Para mí, todas han sido mi experiencia de Lourdes, han sido la cercanía de Dios.

Lourdes es la paz de María, la paz del agua, la paz de la oración, la paz del enfermo, la paz de sus paisajes, la paz de la amistad, la paz de la luz, la paz del silencio, la paz del respeto, la paz de olvidarse, la paz de Cristo.

Al final, la sorprendida fui yo…

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