A pesar de ser uno de los más jóvenes, Alfonso es un gran veterano en Lourdes. Lleva en la sangre el ser hospitalario y en su ser, la discreción de quien no quiere nunca resaltar, a pesar de ser pieza fundamental en el engranaje. ¡Gracias, Alfonso, por tu testimonio!
Mi experiencia en Lourdes comenzó en el 2004, año de mi nacimiento. Desde siempre la peregrinación para mí no empieza el sábado que llegan los autobuses y aviones, comienza unos días antes con la emoción de haber terminado las clases y deberes, la emoción de la cuenta atrás para el viaje que recorremos en coche mi familia, primos, tíos, amigos y sobre todo, la ilusión de vernos en cada parada y compartir, hablar…
El llegar a Lourdes un día antes, hace que la peregrinación me parezca un poco más larga y que en ese día y medio, que aún no han llegado la mayoría de personas, el pegar carteles en las puertas del accueil, con el nombre de cada persona que se alojará en esa habitación, y el llevar su maleta, hace que –aunque en mi placa ponga: Niño de Agua o Mantenimiento Cadetes–, me sienta más útil.
El tener que madrugar no me supone ningún esfuerzo, de hecho los que vamos al mismo hotel siempre quedamos un poco antes para desayunar juntos, al igual que después de comer, que nos subimos a una habitación a jugar a las cartas, a hablar… Como conclusión: el cansancio no supone un obstáculo porque sé que durante el día me va a ser recompensado con un gesto, una sonrisa…
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que la convivencia con el enfermo es más importante de lo que la gente cree. Una conversación con él es muy importante a la hora de tratarlo, llevarlo… y por discapacitado que parezca nunca tratarlo como si lo fuese. Por esto hay que hacer que se sientan atendidos en todo momento y al año siguiente ya te lo recompensaran cuando te reconozcan y sean ellos los que te llamen y quieran hablar contigo.
En la vuelta, me paso el tiempo pensando en la cantidad de cosas que han pasado, hablando en cada parada de momentos divertidos, gestos, o de las caras de la gente a la hora de marcharse, que no se quiere ir, porque en muchas ocasiones esas personas se encuentran en residencias, casas, y están esperando que llegue el momento de volver a Lourdes de nuevo.