Llevo peregrinando a Lourdes desde 2003 y desde entonces no he faltado a este peregrinar de servicio. Además, de que tengo la suerte de que también hago Stage.
El año pasado, el último día, lloraba abrazada a uno de mis críos pensando que este año, coincidiendo con los 50 de nuestra Hospitalidad, no podría participar en la peregrinación, pero al final sí ha podido ser, porque “lo que no estaba en mis planes, estaba en los de Dios”, una frase de Santa Teresa Benedicta de la Cruz que repito mucho.
Este año iba con expectativas negativas puesto que no me encontraba al 100%, por toda la carga emocional que estaba viviendo desde que en agosto volví de Lourdes. Pero aun así, dentro de mi estado, he disfrutado muchísimo y he llorado aún más.
En esta peregrinación, ‘los Hernández García’, volvíamos otra vez todos juntos y se sumaban muchas personas importantes que iban por primera vez, una suerte poder compartir esto con ellas, sobre todo, porque entre esas personas se encontraba mi mejor amigo, Pablo, gracias a él la peregrinación ha sido un gran regalo.
Desde que Joaquín empezó como presidente de nuestra querida Hospitalidad, a mí se me encargaron dos tareas importantes: ser responsable de la Hospi Junior y, por consiguiente, ser una de las responsables del servicio de Niños de Agua. ¡Bendita suerte la mía! Gracias a los niños puedo decir que soy hospitalidad, al ver que desde pequeños se entregan como instrumento de Dios para dar agua, un servicio muy sencillo pero que enriquece a cualquier persona que va a Lourdes. Valorar desde pequeños que están llamados a hacer un servicio no tiene precio. Muchos de ellos lo viven desde que estaban en el vientre de su madre. No importa la edad, ellos saben cuál es su función dentro de la Hospitalidad, haciéndolo como mejor saben, con una sonrisa en su cara y una ternura que es el mismo Cristo quien está en cada uno de ellos.
Por mucho que sea responsable de Agua, este año en mi tiempo libre me acerqué una noche a hacer el Servicio de Salas, al cual me dedicaré en un futuro, porque me sentía los pies y las manos del otro, y también, echaba de menos tirar de un carro con un enfermo. Una tarde me fui con varias niñas de compras con una mujer enferma y me di cuenta de que el Señor me había regalado una paciencia descomunal pero no faltaron ni las risas ni las gracias. En ese momento supe que por mucho que lleve “tarjeta azul”, yo desde que voy a Lourdes, estoy a disposición de cualquier servicio y a donde la Virgen me mande.
Es cierto que este año era muy especial para todos nosotros y en mí se encontraban unos sentimientos que debían de salir. Echaba de menos a varios amigos que por circunstancias no podían estar este año allí, a los cuales los llevaba conmigo para que se hicieran presente esos días allí. Por otro lado, me he reencontrado con tantas personas que desde la anterior peregrinación no veía. Si algo he aprendido durante estos años de Peregrinación es que la Iglesia es universal y que hay dos cosas que nos unen, da igual de donde vengamos: el amar y servir al enfermo y la Virgen de Lourdes.
Sé cómo he venido de Lourdes y sinceramente, si por mí fuera, cuando pudiese escaparme, me pondría ante sus pies en esa Gruta que tanto me ha visto llorar, rezar, reír y abrazar, puesto que sé que en ese sitio nunca estoy sola.
Muchas gracias a todos con los que he podido compartir un rato en Lourdes y, sobre todo, a mis padres y mis dos hermanos, porque un día ellos me llevaron a Lourdes y me enseñaron desde casa qué es el amar, dar, servir y olvidarse.