Este año ha peregrinado por primera vez a Lourdes, una experiencia inolvidable que hoy nos narra desde el corazón. ¡Gracias!
En mi primera peregrinación a Lourdes como voluntaria ha sido muy gratificante estar al lado del hermano que sufre en su enfermedad, que siente tu ausencia, que te quiere sentir a su lado, que te quiere sonreír, que te dice: “¡cuánto te quiero!”.
Ha sido muy hermoso poder estar acompañada por mi madre y un excelente grupo de voluntarios en el 50 aniversario de las peregrinaciones a Lourdes, en el que familias (abuelos, nietos, hijos) se reunían alegremente para amar, dar, servir y olvidarse en estos días de la rutina, de las prisas que día a día nos agobian.
Qué gran regalo nos ha hecho nuestra Madre, la Virgen, a todos los que nos hemos acercado a la Gruta dispuestos a darnos y entregarnos al servicio del necesitado y a estar atentos a sus palabras: “Haced lo que Él os diga”.
Qué amor tan grande se recibe y se percibe de todas las personas que de buena voluntad se entregan al servicio: médicos, enfermeras, voluntarias… Qué corazón tan grande… Qué amor tan fuerte, qué hermosa sonrisa… ¡Qué gran regalo!
Gracias, Madre, por interceder por todos nosotros, por guardar todo y a todos en tu corazón y hacernos sentir especiales y únicos, por darnos tanto y enviarnos a nuestras vidas con esperanzas e ilusiones renovadas.