Estos días se repiten deseos y buenas intenciones, hacemos proyectos de futuro, decimos que es buen momento de iniciar otra vida o cambiar algún aspecto de la misma; en las tarjetas navideñas, en los mensajes de móvil, en los saludos por la calle se repiten tópicos y frases hechas. En muchos casos habrá sinceridad, pero… ¡cuántas palabras vacías de auténtico sentido! Si nos fijamos bien ¿qué deseamos?, ¿cuáles son nuestros proyectos?, ¿se corresponde lo que ansiamos, deseamos y pedimos con lo que nos hace realmente feliz? Sinceramente creo que repetimos un año y otro los mismos errores y recaemos en las mismas alienaciones. Nos movemos por ilusiones –“concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos”, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua-. Y quien vive de ilusiones… es un “iluso”.

El rey Salomón sí supo pedir a Dios algo interesante que sería fuente de alegría y paz verdaderas. Pidió “sabiduría”, que etimológicamente no hace referencia a “saber” sino a “sabor”. Es uno de los siete dones del Espíritu Santo e indica “la capacidad de entender y valorar las cosas y la vida según Dios”, es decir, de “saborearla y sacar el mayor provecho”. Seguro que conocemos a muchos que, sin ser inteligentes o cultos, si son auténticamente sabios en su actuar cotidiano. La primera lectura de este domingo es un gran elogio de la Sabiduría divina. En el Nuevo Testamento esta Sabiduría es Jesús, y así el evangelista Juan cuando habla del “Verbo” tiene como trasfondo este texto y lo aplica a Jesús en su relación al Padre: Jesús es la Palabra última y definitiva de Dios, la auténtica Sabiduría hecha visible. En definitiva, las lecturas de hoy evidencian que Jesús es el “icono” visible de Dios Padre.

Junto a tanto deseo tópico y tanto proyecto meramente humano prefiero invitaros a desear y buscar lo que Pablo explicita al final de la segunda lectura hoy: “Que el Dios de Nuestro Señor Jesucristo… os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los suyos”. Igualmente, Tomás de Aquino nos dejó una oración que podíamos hacer nuestra estos días de proyectos y deseos: “Concédeme, Señor, Dios mío, una inteligencia que te conozca, un amor que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te agrade, una perseverancia que te espere confiadamente, y la esperanza de poderte finalmente abrazar”.

Dios se nos ha hecho visible, Jesucristo es el regalo de Dios a la humanidad. Y mañana celebraremos la Epifanía, su manifestación a todos los pueblos. Un niño, tierno y menesteroso, es reconocido y adorado como “el Señor de la Historia”.

Mi deseo para todos vosotros al inicio de este año 2014 es así: “Que Jesucristo, el Hijo de Dios, viva en Ti, que gustes su Sabiduría, que te deleites de su Amor, y que seas fragancia suya en tu ambiente”.

 

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